Texto y fotos: Amy White
Texas Catholic
COSTA RICA — Cuando los jóvenes del Viaje Misionero Juvenil Diocesano llegaron a Costa Rica el 5 de junio, comenzaron su experiencia con los ojos muy abiertos y sintiéndose inseguros. Muchos nunca habían salido de Estados Unidos, algunos nunca habían realizado trabajos forzados y muchos jamás se habían privado de comodidades.
Pero cuando regresaron a Dallas el 12 de junio, todo eso había cambiado: eran más fuertes, más seguros y más alegres. Habían abrazado la simplicidad de su estilo de vida en Costa Rica, se maravillaron ante la belleza del entorno natural y percibieron la mano de Dios en ambos.
“Es como un nuevo comienzo casi después de esta misión”, dijo Ben Brittian, estudiante de la preparatoria Cistercian. “Me siento como una persona diferente en muchos sentidos”, agregó.
El viaje es organizado anualmente por la oficina de ministerios sociales de la Diócesis de Dallas, que lo inició bajo el liderazgo del diácono Charlie Stump en 1999.
Juan Rendón, actual director de esa oficina, explicó que “la oficina de servicios pastorales y los ministros universitarios de las escuelas querían brindar una experiencia misionera de servicio, trabajo, acción social y trabajo práctico con personas en Centroamérica”.
“Para que nuestros estudiantes, nuestros niños en la diócesis, aprendan acerca de la Iglesia, sean parte de la Iglesia y se vean a sí mismos como una Iglesia: como un cuerpo, una fe, un bautismo, un señor Jesucristo”, agregó.
En el principio, los misioneros viajaron a Honduras para ayudar, sin embargo debido a la violencia regional en ese país, los misioneros comenzaron a viajar a Nicaragua, sirviendo en el área entre 2013 y 2017. En 2018, la diócesis organizó su viaje misionero juvenil inaugural a Costa Rica y en 2024 Rendón asumió el liderazgo del viaje misionero a Costa Rica, que se realizó del 5 al 12 de junio.
MANOS TRABAJADORAS
El grupo de misioneros de Dallas estuvo formado por 47 estudiantes de las preparatorias Bishop Dunne, Cistercian, John Paul II y Ursuline Academy of Dallas. Los jóvenes estuvieron acompañados por 12 chaperones, dos enfermeras de estas escuelas, además de tres miembros del personal del Centro Pastoral de Dallas.
Los misioneros se dividieron en cuatro grupos que sirvieron en Casa Santa Familia de Nazaret en San Isidro de El General y en tres lugares en Pejibaye: Guadalupe, Santa Cecilia y Pejibaye Centro. Este año marcó la misión inaugural de la Diócesis de Dallas a las comunidades de Pejibaye.
Los estudiantes que sirvieron en Santa Cecilia ayudaron a la comunidad a colocar aceras alrededor del perímetro de su pequeña capilla y comenzar la construcción de una cerca.
En Pejibaye Centro, construyeron un camino entre la iglesia, la parroquia Nuestra Señora de Lourdes y el área común para beneficio de los ancianos y los feligreses en sillas de ruedas.
Los estudiantes que fueron a la comunidad de Guadalupe, ayudaron a construir un salón de clases cerca de la capilla.
Román Soriano, uno de los ocho estudiantes que sirvieron en Guadalupe, recordó el arduo trabajo de nivelar la tierra, insertar columnas en el suelo, construir paredes y verter un piso de concreto para el salón pequeño. También recordó lo bien que se sintió cuando la estructura comenzó a tomar forma.
“Cuando llegamos allí era simplemente un área desnuda con mucha tierra que teníamos que nivelar y cuando nos fuimos, había un edificio. Fue genial”, dijo el estudiante de la preparatoria Cistercian.
En Casa Santa Familia de Nazaret, los estudiantes ayudaron a construir un sistema de drenaje de aguas lluvias y una acera en la entrada del sitio. También trabajaron para mantener los cientos de árboles en el campus, muchos de los cuales fueron plantados por misioneros anteriores de la Diócesis de Dallas.
Al igual que Soriano, varios de los estudiantes de la Casa Santa Familia de Nazaret aprendieron a amar el trabajo físico que realizaban: palear, usar carretillas, mezclar concreto y podar árboles.
Siena Patterson, estudiante de JPII dijo que el trabajo a veces agotador, la ayudó a crecer en confianza y auto comprensión.
“Definitivamente tenía mucho miedo de hacer el trabajo manual, porque no siempre soy la más fuerte físicamente”, dijo “pero el viaje realmente me ha demostrado que puedo hacer cosas realmente difíciles”.
A través de sus esfuerzos voluntarios, los misioneros de Dallas también sirvieron como una fuerza galvanizadora para los jóvenes católicos locales, dijo Giovanni Larios Hernández, un trabajador que ayuda en el sitio de trabajo de Santa Cecilia.
“Estoy muy agradecido de que los misioneros vinieran de otro país para ayudar aquí”, dijo, “Deseo que los grupos locales vayan y ayuden también en otros países donde se necesita ayuda”.
ALIMENTO PARA EL CORAZÓN
Los misioneros siguieron un programa de reflexión creado por el director de ministerios para jóvenes, jóvenes adultos y universitarios de la Diócesis de Dallas, Josh Salinas.
Como parte de este programa de oración, los misioneros asistían a misas diarias, a veces junto con miembros de las comunidades locales.
“El trabajo necesita tener un contexto y nuestro tiempo juntos en oración, reflexión y misa proporciona ese contexto”, dijo el padre Augustine Hoelke, O. Cist. y agregó que el viaje misionero ofreció a los estudiantes la oportunidad de participar en “el trabajo de las manos pero también en el trabajo del corazón”.
Como parte de este programa de oración, los misioneros asistían a misas diarias, a veces junto con miembros de las comunidades locales.
El padre John Bayer, O. Cist., acompañante del viaje, celebró misa con los católicos locales en los tres sitios de Pejibaye. En estas misas, los estudiantes misioneros tuvieron la oportunidad de retirar sus palas, entrar a la capilla de su lugar de trabajo y adorar junto a los trabajadores locales con los que habían trabajado, muchos de los cuales tienen acceso limitado a la misa.
Brock Harrod de la preparatoria Cistercian, asistió a misa en la parroquia Nuestra Señora de Lourdes en Pejibaye Centro junto con la comunidad local y dijo que la fe que presenció en los costarricenses lo inspiró.
“Me conmovió, porque me hizo darme cuenta de cuánto aprecian su fe y su tiempo con Dios”, dijo.
En Casa Santa Familia de Nazaret, los estudiantes tuvieron un pequeño estudio bíblico iniciado por el acompañante de JPII, Mickey Saloma.
También en la belleza de la naturaleza, los misioneros vieron la grandeza de Dios.
“He podido ver lo asombroso que es Dios a través de la creación y de ver todos los diferentes animales”, dijo la estudiante ursulina Elsie Leon.
A su regreso a Dallas los misioneros resolvieron empezar a vivir más sencillamente, desperdiciar menos, preocuparse menos. Algunos prometieron pasar más tiempo en la naturaleza, más tiempo con Dios y la comunidad.
“Este viaje misionero me hizo apreciar realmente lo que tengo y apreciar la simplicidad de la vida”, reflexionó Taylor Salava, estudiante de JPII. “Tengo muchas ganas de volver a casa y hacer todo con un propósito en mi vida”.
Pie de Foto: En esta, la Iglesia de Nuestra Señora de Lourdes, en la comunidad de Pejiyabe Centro, los jóvenes misioneros de Dallas, ayudaron a crear senderos de acceso. En la foto, posan con niños de esa comunidad. Foto: RC/Amy White