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Nuestro Salvador es refugio y aliento a la distancia
Una estatua de San Oscar Romero, con la imagen del Salvador del Mundo, se aprecia en la Plaza de las Américas, en San Salvador.
Foto: CNS

Por: P. Elmer Herrera-Guzmán
Especial para Revista Católica Dallas

Hoy quiero contarles acerca de la fiesta del Divino Salvador del Mundo, patrón de El Salvador, país del que soy originario.

El Salvador del Mundo es una imagen icónica en la Plaza de las Américas en El Salvador. Sobre un pedestal descansa un globo terráqueo y encima de este, está la imagen de Jesucristo, como signo de fe y de esperanza.

La celebración del Salvador del Mundo, que se realiza el 6 de agosto y en la que participan los salvadoreños dentro y fuera del país, existe desde la fundación de la capital en San Salvador.

Las fiestas exaltan la transfiguración de Jesús con ferias, juegos pirotécnicos, procesiones, desfiles, juegos mecánicos y diversas actividades.

En la Diócesis de Dallas, la comunidad salvadoreña más numerosa se encuentra en el área de Irving, y la parroquia de San Lucas, a la que pertenece una numerosa feligresía salvadoreña, ha celebrado por años este magno evento.

Durante mi época de seminarista tuve el privilegio y el honor de ayudar en esta celebración. Ver la alegría de la gente y el esfuerzo que ponen en hacer de la Fiesta del Divino Salvador un evento memorable, me recordó lo que sentí durante mi infancia cuando crecí en El Salvador.

Como salvadoreño, me siento orgulloso también de que podamos unirnos a las celebraciones a la distancia, pero reconociendo que al fin de cuentas todos pertenecemos al Salvador del Mundo.

En este sentido la imagen de Cristo sobre el globo terráqueo no es solo emblemática de nuestro país, sino que es un llamado a que todos adoremos y veneremos al que nos ha salvado.

Las fiestas se han convertido en un aliento para los salvadoreños que emigran del país y encuentran parte de sus tradiciones en su nuevo destino.

Para mí, es un pequeño refugio que me permite disfrutar de una devoción que me animó cuando niño, y ahora me fortalece como adulto y sacerdote.

Poder disfrutar de estas fiestas alrededor del mundo constituye un refugio para nuestra gente y una bendición para otras culturas que pueden crecer con esta devoción.

El reverendo Elmer Herrera-Guzmán es el vicario parroquial de la Iglesia de la Santa Cruz en Dallas.

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