Por Rebeca A. Sanford
Especial para Revista Católica Dallas
En junio pasado hice parte del grupo de peregrinos que viajó con el obispo Edward J. Burns al lugar de las apariciones de la Virgen de Guadalupe en la Ciudad de México.
Nuestro obispo fue en busca de las bendiciones que la Virgen Morena prometió hace casi 500 años, mientras él guía a nuestra diócesis por el proceso del sínodo que se extiende varios años.
El grupo de peregrinos estuvo integrado por miembros de la comisión asesora del sínodo junto con otros líderes locales, entre ellos diez sacerdotes, dos hermanas dominicas de Nashville, media docena de parejas casadas y algunos solteros.
Es notable que cuando el obispo Burns quiere compartir mejor el amor de Dios y satisfacer las necesidades de su pueblo, no solo reúne a un equipo dinámico y les pide que trabajen incansablemente para ayudarlo, sino que se dirige antes a la patrona de nuestra diócesis, la madre de todos los pueblos, para pedir su ayuda y guía.
Como peregrinos fuimos bendecidos con misa diaria, oraciones matutinas y vespertinas, rosario diario, guía local y una variedad de experiencias únicas como el almuerzo en una cueva antigua.
Los puntos clave de la peregrinación incluyeron, por supuesto, la Basílica de Santa María de Guadalupe y la tilma de San Juan Diego.
Así mismo, los peregrinos vimos el lugar de entierro de San Juan Diego y su tío, Juan Bernardino, hicimos una caminata por el Cerro del Tepeyac y una misa en la Iglesia construida donde estaba la casa de San Juan Diego.
El pueblo mexicano ha reclamado la promesa materna de la Virgen de Guadalupe y su cultura está repleta de celebraciones en su honor, pero aquellos que no tenemos la bendición de vivir en el lugar específico de la tierra donde ella apareció, podemos reclamarla también, porque ella también nos ha reclamado a nosotros.
Mientras nos preparamos para el sesquicentenario de las apariciones de la Virgen de Guadalupe, los invito a convertirnos en peregrinos y buscar encontrarse con la Virgen Morena y recibir su cuidado y protección maternal de una manera nueva.
Sigamos el ejemplo del obispo Burns y del santo Papa Juan Pablo II y volvamos a nuestra santísima madre.
En nuestra diócesis tenemos la Catedral Santuario de Guadalupe y en la Universidad de Dallas, que está consagrada a ella, tenemos una hermosa estatua, lo que hace que la peregrinación sea accesible para todos.
Que cada cultura en la Diócesis de Dallas y el mundo invoque a nuestra madre y refleje la verdad de que ella está con nosotros y nos ve íntimamente. Encomendémonos a su cuidado y protección.
Rebeca A. Sanford dirige el ministerio Mighty Is Her Call y es la primera dama de la Universidad de Dallas.
Esta columna fue traducida al español y editada por razones de espacio.