Por Padre Marco Rangel
Especial para Revista Católica Dallas
En esta Cuaresma que estamos comenzando, el llamado nuevamente es a crecer en nuestra oración, ayuno y caridad.
Es un tiempo privilegiado para examinar nuestro corazón y abrirnos al amor de Cristo. Ese amor que nos pide aceptar al prójimo y socorrerlo, aunque no sea parte de nuestro círculo.
“Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros”, (Juan 13:34-35).
Estas son las palabras de nuestro señor Jesucristo a sus discípulos y a nosotros hasta el día de hoy. Lamentablemente, estas palabras continúan retando a todo seguidor de Cristo, puesto que llaman a buscar el bien del prójimo sin importar quien sea.
San Pablo nos enseña que aun cuando éramos enemigos, Cristo nos amó hasta la muerte. Nos ama, no porque lo merecemos, sino porque lo necesitamos.
Cristo nos enseña que el amor se ofrece no porque alguien nos cae bien o porque es parte de nuestros amigos o es lo más cómodo para nosotros.
Al contrario, el amor nos llama a pensar en las necesidades de todo prójimo como el pobre, el desamparado, el inmigrante y el refugiado. El amor de Cristo nos llama a pensar en las necesidades de los demás, no solo en las propias en las de nuestra familia y conocidos.
Vean por ejemplo al Buen Samaritano, al padre del hijo pródigo, pero especialmente cuando Cristo describe lo que sucederá al final de los tiempos cuando regrese en gloria, para juzgar a vivos y muertos y separe las naciones como el pastor separa a las ovejas de los cabritos.
Entonces dirá a los que hicieron su voluntad: “vengan, benditos de mi Padre y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, estaba de paso, y me alojaron, desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, preso y me vinieron a ver…les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo”, (Mateo 25:34-40).
De igual manera advierte Cristo: ”Aléjense de mí, malditos, vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre y ustedes no me dieron de comer, tuve sed y no me dieron de beber, estaba de paso y no me alojaron, desnudo y no me vistieron, enfermo y preso y no me visitaron…les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo. Estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna”, (Mateo 25:41-45).
La Cuaresma nos llama a estar abiertos a ver las necesidades de los demás y tomar el reto de amar como podamos.
No vamos a solucionar todas las necesidades del mundo solos, pero si todos hacemos lo que podamos, por la gracia de Dios, veremos el triunfo del verdadero amor en acción y como fieles discípulos de Cristo.
El padre Marco Rangel es el párroco de la Iglesia de San Miguel Arcángel en Grand Prairie.