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Con ofrendas de memoria y esperanza, celebramos la vida eterna

Por: R. Marco Rangel 

Especial para Revista Católica Dallas

Cada año el 2 de noviembre la Iglesia Católica conmemora a los fieles difuntos. Recordamos a todas las almas de los que han muerto y los encomendamos a la misericordia de Dios. 

También recordamos que la muerte ya no tiene poder sobre nosotros, pues Cristo ha triunfado y la ha derrotado abriendo las puertas del Cielo a todos los fieles. 

Este es entonces un día de celebración, aunque lleve consigo algunos sentimientos de tristeza y luto. Este día leva consigo el recordatorio de que nuestra fe y esperanza no defraudan y nos reuniremos nuevamente con todos, al final de los tiempos.

Una de las bellas tradiciones que vive la comunidad hispana, es la elaboración de ofrendas para conmemorar a los fieles difuntos y también para celebrar a nuestro Dios y al don de vida terrenal y eterna que nos ha dado. 

El simbolismo que rodea a esta tradición es impactante. Aunque hay variaciones de lo que se prepara en estas ofrendas, algunas hacen énfasis en la resurrección de nuestro señor Jesucristo, al tiempo que recuerdan a los seres fallecidos. 

La ofrenda se hace usualmente en una mesa que se prepara como un altar y en ella se disponen fotos de los conmemorados.

Cerca de los retratos se colocan símbolos de nuestra fe, por ejemplo los crucifijos que señalan a Cristo como nuestro Dios y Señor. En ocasiones los altares tienen diferentes niveles que simbolizan el cielo, el purgatorio y la tierra. De manera que con ello recordamos que la Iglesia es unida como Iglesia Militante, Iglesia Purgante e Iglesia Triunfante. 

También se ofrecen comidas, bebidas y otros artículos que recuerdan a los fieles difuntos. De esta manera se celebra y aprecia lo bueno de esta vida que pudieron experimentar y lo que les trajo alegría.

Para apreciar el mundo creado por Dios se ofrecen símbolos de los cuatro elementos de la creación. La comida en las ofrendas representa el elemento de la tierra. El papel picado que se cuelga representa el aire. Las velas que se encienden representan el fuego y finalmente, los vasos de agua hacen presente el elemento del agua. 

Los altares usualmente son decorados con flores de cempasúchil, nativas de México, que son fuertemente fragantes y de color naranja intenso. La cultura popular dice que su aroma y color, atrae a las almas y las guía para encontrar los altares e ir a visitar a sus familiares. 

Estas creencias, aunque no son necesariamente católicas, si nos recuerdan la belleza terrenal que Dios ha creado y como la podemos utilizar para honrar y recordar a nuestros seres queridos. 

También se añaden otras ofrendas como calaveras, pan de muerto u otros dulces elaborados con estas imágenes que nos recuerdan que la muerte es real, pero también lleva consigo la dulzura de la vida eterna. Puesto que la muerte ahora ya solo es un paso a la eternidad y la presencia con Dios. 

Los altares del Día de Muertos se personalizan al estilo de cada familia y sus fieles difuntos, sin embargo lo que está en el  centro de todo es nuestra fe en Cristo, que resucitó a la vida y quien nos ofrece vida eterna también a nosotros.

 Aunque la muerte todavía nos entristece, no elimina el hecho de que Dios ha creado un mundo bueno y que el don de la vida es algo que celebramos con todos nuestros seres queridos, vivos y muertos. 

El reverendo Marco Rangel es el párroco de la Iglesia de San Miguel Arcángel en Grand Prairie. 

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